La orden de detención internacional del expresidente peruano, Francisco Morales Bermúdez, a cargo de un Juez Federal argentino por el presunto secuestro de trece opositores políticos que fueron enviados a la Argentina en el marco del Plan Cóndor, nos hace recordar un importante antecedente que dio la vuelta al mundo: la detención que el conocido […]
Por Carlos Hakansson. 20 febrero, 2012.La orden de detención internacional del expresidente peruano, Francisco Morales Bermúdez, a cargo de un Juez Federal argentino por el presunto secuestro de trece opositores políticos que fueron enviados a la Argentina en el marco del Plan Cóndor, nos hace recordar un importante antecedente que dio la vuelta al mundo: la detención que el conocido Juez español, Baltazar Garzón, ordenó contra el expresidente chileno, Augusto Pinochet, que se encontraba en el Reino Unido. Al margen de los argumentos penales, los lectores podrían preguntarse ¿qué está pasando en el planeta?, ¿no se trata de una intromisión en la soberanía de cada Estado? Si pensamos así, lo más probable es que hayamos crecido y sido formados con una manera de concebir y ver el mundo que, desde hace unas décadas, está empezando a cambiar.
Nos estamos refiriendo a la transformación que viene produciéndose con la idea de Estado. Desde el punto de vista del constitucionalismo, es cada vez más claro que el concepto de soberanía viene menguando a favor de otro concepto en crecimiento: la globalización; que no debe entenderse, o circunscribirse, solamente al ámbito socioeconómico sino que, su esencia, expresa una humanidad cada vez más integrada e interrelacionada; por eso, entendemos que se trata de un proceso cultural que empieza, poco a poco, a constituir sus propias instituciones.
En efecto, la Unión Europea, como proceso de integración de comunidades políticas, la Corte Penal Internacional, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como tribunales supranacionales, son una muestra de que los postulados de creación del Estado han sido socavados con diferentes velocidades en los continentes; al punto que, hoy en día, más correcto que decir “Estado” es incluir en nuestro vocabulario -y empezar a utilizar- la siguiente denominación: “comunidad política”.
Cuando decimos que la firme y arraigada idea del concepto de Estado está transformándose en otra más realista a los tiempos de hoy, como es la de comunidad política; y que más que una explicación socioeconómica se trata de una expresión cultural. Nos referimos al reconocimiento y promoción internacional de los derechos humanos. Su realización no puede circunscribirse, como parcelas, al desarrollo constitucional que cada Estado esté en capacidad de brindar, sino que esta debe ser una inmediata consecuencia de las políticas de integración que los seres humanos han empezado a emprender desde finales de la segunda guerra mundial.
Hablamos de un proceso imparable que ha sido respaldado, progresivamente, por las judicaturas nacionales y supranacionales, que han interpretado las normas y los tratados, respectivamente, ofreciéndonos una visión más humana de los procesos de integración que antes solo se concebían como de libre comercio entre estados.
Facultad de Derecho.
Universidad de Piura.
Artículo publicado en el diario el Correo, 10 de febrero de 2012.